DÍA 1: ¡COMIENZA EL TRABAJO!
No sé qué estoy haciendo. Escribo con el pulso agitado y apenas tengo esperanza en la palabra como terapia. El doctor Wenceslao me recomendó hacer una bitácora, con el fin de luchar contra el estrés de mi nuevo trabajo. Sus treinta años al frente del Departamento de Genética, en la Universidad de Granada, me han dado siempre la confianza que necesito para creer, ciegamente, en sus indicaciones. Pero, aunque en el laboratorio nunca se me ha ocurrido cuestionarlo, fuera de él no confío en nadie. A veces, ni en mi mismo. Esta vez, sin embargo, no me ha quedado más remedio que seguir sus recomendaciones. Mi nombre es Ulysses Strauss, y soy el nuevo encargado del laboratorio nacional más importante del país. En él, trabajamos con los últimos avances en armas biológicas, con la intención de contar con los recursos necesarios para combatir, en una futura e hipotética guerra, a la altura de las grandes potencias militares. Ahora me encuentro en mi habitación, desde donde escribo después de h